Para mí, México es y siempre ha sido una esperanza latente; una esperanza de una mejor vida. Sin embargo, esta esperanza que nos ha mantenido a flote no ha sido bien acompañada con las oportunidades que ameritamos los mexicanos.
Como estudiante de preparatoria me encuentro en el momento en el cual tengo que decidir los pasos a tomar durante los próximos años en mi vida y, para ser franca, me encuentro en una disyuntiva.
Por un lado está el México que ha sido toda mi vida, con su humor alegre y espíritu vivaz y por otro lado está la expectativa de una mejor educación en otro país. Esto me ha llevado a pensar que a pesar del incalculable talento que hay en nuestras tierras, éste se encuentra ya insatisfecho con esta esperanza, ya que alimenta al espíritu pero no al intelecto y se ven en la necesidad de despedirse de su madre patria.
Es triste pensar sobre la fuga de cerebros, sobre la cantidad de mexicanos con iniciativa y pasión por el progreso que buscan algo que lamentablemente México no ha sabido o podido darles.
México es tierra fértil que se cultiva con azadones, muchos azadones pero no con los tractores que necesitamos. La esperanza no basta, y aunque es lo último que muere, los jóvenes necesitamos más que eso. En un país con más oportunidades para una buena educación (no demeritando las ya existentes) y con un mejor futuro para aquellos que se gradúan, pasaríamos de un ideal a una mejor realidad.
Esto es lo que nos merecemos y lo que podemos lograr si superamos las promesas de un mejor país cada sexenio pasajero a través de acción ciudadana.
Escrito por Sofía Ramos para Caras de México. Para leer más artículos analizando la identidad mexicana, haz clic aquí.