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Lo que Odile nos debería enseñar

El Huracán Odile causó daños materiales equivalentes a $12 mil millones de pesos. La cuantiosa destrucción de este fenómeno hidrometeorológico es una de las peores que se haya experimentado en México. A pesar de que las imágenes muestran el azote de una tragedia sin precedentes, el número de víctimas mortales fue muy bajo debido a las alertas emitidas a través de los diversos medios de comunicación.

Por su fuerza y tamaño, Odile traía una previsión de consecuencias destructivas más nocivas que los efectos del Huracán Manuel (que azotó Acapulco el año pasado). Manuel fue dañino porque su baja velocidad y combinación con otro fenómeno del Golfo de México provocó lluvias que causaron serias inundaciones. Odile, por el contrario, traía vientos estimados de hasta 250 kilómetros por hora y un diámetro de 800 kilómetros, pero que pudo incrementarse hasta los 1,500 kilómetros.

Los estragos que todos conocemos implicarán una lenta recuperación de varias semanas (sino es que meses) para volver a tener una actividad económica normal en el destino de la Península de Baja California.

La falta de agua y de víveres dio paso a la rapiña, un fenómeno previsible en cualquier parte del mundo en el que ocurren desastres naturales. De acuerdo con Miguel Osorio Chong, Secretario de Gobernación, la gravedad de lo que sucede hoy en Los Cabos no sería de tal dimensión si no hubieran ocurrido los saqueos que tanto hemos visto en los videos caseros subidos a las redes sociales.

Esta situación en conjunto con la aparición de grupos delincuentes provocaron que el sistema de seguridad municipal y estatal fuera rebasado hasta el punto de que el Gobierno Federal envió cientos de policías, gendarmes, militares y marinos para intentar salvaguardar el orden.

Aquí es donde aparece la reflexión:

A diferencia de la mayoría de los fenómenos naturales (que son inesperados, poco probables e imposibles de pronosticar), los huracanes son perfectamente rastreables desde su origen y puede conocerse su trayectoria, magnitud, la estimación de su duración, potencia y destino final. En pocas palabras, prevenir un huracán es factible.

Entonces, ¿por qué no podemos prevenir estos eventos y nos siguen sorprendiendo de esta forma? ¿Por qué no hay protocolos bien establecidos que se ejecuten ante estas eventualidades? ¿Por qué las dependencias no se coordinan para actuar en conjunto? No estamos ante sucesos inesperados (como el incremento de la violencia ante la estrategia ejercida por el Gobierno Federal para combatir el narcotráfico), se trata de un temporal climatológico previsible, recurrente, periódico, fácilmente monitoreable y claramente identificable.

Por lo tanto, esto quiere decir que seguimos distraídos en algunas otras cosas o que no le estamos dando la importancia que se merece. Pareciera que los funcionarios a cargo de las labores de Protección Civil del Gobierno Federal no comprenden completamente su papel.

Y es que la gravedad de los desastres naturales (que cada vez son peores) amerita analizar, revisar y proyectar las medidas de seguridad que actualmente se ejecutan durante estos fenómenos naturales.

Escrito para Caras de México por Jorge Chávez, Editor Senior en Mijo! Brands de México.

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