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Entre política y reformas

El Presidente de México, Enrique Peña Nieto, comenzó su gobierno hace 20 meses. Desde entonces, la mayoría de los mexicanos hemos estado viendo cómo la tormenta eléctrica está a punto de explotar sobre nuestra ya de por sí fracturada economía.

No es para menos. Recientemente, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) destacó que México es el único país del continente en el que el salario mínimo es 0.66 veces inferior al umbral de la pobreza. Si a eso le sumamos que el mercado interno se encuentra débil por falta de ingresos y que los consumidores no muestran confianza, entonces estamos hablando de que nos encontramos en medio de un ambiente pesimista del que será sumamente difícil reponerse.

Cuando se trata de dar explicaciones, los especialistas coinciden en que el impulso reformador del gobierno se ha impuesto sobre la monotonía de los ciudadanos y es que, en menos de dos años, Peña Nieto ha logrado consolidar cinco reformas estructurales en el ámbito de telecomunicaciones, finanzas, economía, educación y energía (siendo esta última la más controvertida).

Mientras que el Experto en el Sistema Político Mexicano, Eduardo Huchim, ha declarado que el costo del esfuerzo reformador del Gobierno Federal puede verse en el espejo del deteriorado poder de compra, el Banco Central estima que este bache será superado sin problema ante la puesta en marcha de esta serie de reformas sin precedentes.

Esto hace que el Presidente de México no abandone su imagen reformista que hemos visto en al menos un par de portadas de revistas. Además, recientemente el Primer Mandatario ha promulgado la legislación secundaria de la Reforma Energética, lo que representa el último eslabón de una cadena iniciada el 2 de diciembre de 2012.

A partir de eso, la Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcenas, trajo (sin querer) el debate a la escena sociopolítica sobre si debe o no aumentar el salario mínimo en México. Esto se dio en base a un informe en el que destacó que casi el 14% de las personas ocupadas en nuestro país recibe un ingreso inferior al salario mínimo y que dos de cada cinco recibe, cuando mucho, dos salarios mínimos.

Estas estadísticas fueron las responsables de mover a las cúpulas empresariales, a los funcionarios del gobierno federal y a los líderes partidistas para que tan siquiera tomaran en cuenta este tema entre sus apretadas agendas.

Al momento, esta discusión tiene dos vertientes: La economía exitosa que se refleja en las pequeñas y medianas empresas que ofrecen hasta el 36% del empleo nacional y la economía informal en la que se protegen dos terceras partes de los trabajadores. Para la primera, el Banco de México estima que para el 2015 se generarán entre 620 mil y 720 mil plazas laborales, mientras que para la segunda, la Secretaría del Trabajo reconoce que México es un país de trabajo informal en el que el salario mínimo ha perdido todo su sentido.

Habrá que esperar y vigilar meticulosamente las consecuencias derivadas de las reformas. Peña Nieto ha dicho que en dos años comenzaremos a ver los primeros resultados y los analistas pronostican que al menos serán 10 años. La moneda continúa en el aire, ya veremos hacia que lado se inclina.

Escrito para Caras de México por Jorge Chávez, Editor Senior en Mijo! Brands de México.

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